miércoles, 12 de febrero de 2014

El patio



Mancorazón, “con la mano en el corazón” y Mancor de la Vall,  lo uno conlleva a lo otro. Allí, en aquel pueblecito vivimos durante dos años (escapadas de fines de semana y vacaciones.). En aquella casa “la de los colorines”,  con nuestro patio asilvestrado, un jardín de acelgas, lirios… plantas que crecían a su aire,  cómo sus moradores, mi familia, mis amigos, mis gatos, mi perra…,   allí cabíamos  todos.  Noches de verano al cielo raso “haciendo la fresca”, esperando ensimismada que pasara una estrella fugaz. Nunca la vi, pasaban justo cuando yo no miraba. ¡Algún día.... lo  bello se hace esperar!.



En el patio de mi casa nunca estoy sola,
muchos corazones laten al compás de un mismo tiempo.

Es un gran pulmón de vida
que oxigena el aire viciado del día a día.

Sentada en el porche acaricio al gato
que con paso sigiloso me roza.

La perra juguetona,
segura de mi cariño agita su cola.

Un pajarillo pequeño se ha posado en el ciruelo,
su trino ancestral me transporta al mundo de mis sueños.

Me ensueño en la piel de una mujer antigua,
sentada en mi mismo puesto,
acariciando al pariente de mi gato,
al abuelo de mi perra
y oyendo el trino de un pajarillo pequeño en lo alto del ciruelo.

En el patio de mi casa nunca estoy sola,
sus paredes desconchada
me hablan de seres
que nacieron y murieron mirando un mismo cielo.

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