domingo, 16 de febrero de 2014

Aquel viaje



Comprobé que en el desierto,  el silencio es más silencioso y el amor más puro.


                                                                 

Al volver a ver aquel vestido...
¡tanto tiempo guardado!;
quedó grabado en mi retina
y en sueños me abandoné a su secreto.

Huía de aquel invierno
gélido y frío como mi cuerpo
y me sorprendió el aire tibio y limpio
de aquella primavera.

Me vi embarcada en su mismo  barco,
predestinados a fondear en el mismo puerto.

Fieles a nuestra suerte
marchamos ilusionados,
a la llamada de aquellas tierras
lejanas y marginadas.

La lluvia nos perseguía, nos entumecía;
acurrucados buscando calor
sin saberlo nos fundía.
El día saludaba a la noche,                                                                                            
la mañana a la tarde
y el cielo, ¡por fin  se abrió!
y el sol con sus brazos nos arropó.

La Madre Naturaleza
sin pudor se desnudó,
¡radiante, poderosa! se nos ofreció
y jugando con ella nos cautivó.

Mágica simbiosis
¡regalo de los dioses!.

¡Oh! Tierras Africanas
marina arenosa,
en el silencio de sus dunas
dejé enterrado un amor,
fugaz como una estrella
pero intenso como su fulgor.

Aquella primavera pasó
pero me quedó impregnada su olor
y desde entonces,
cuando los naranjos en flor me regalan su esplendor,
prosigo aquel viaje que jamás terminó.

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