“Que
sensación más agradable despojarse de todo, dejar ir, el vacío es volver a
nacer”
Sobre las cumbres del desarraigo me
tambaleo,
un día llegué a ellas al azar,
sin saber cómo ni porqué
me sorprendí abocada a un abismo.
Era noche cerrada,
el viento ingrato se cebo conmigo
y en un instante ...
fue deshaciendo uno a uno los nudos de
mi vestido,
tejido con suaves hilos.
Nudos que atraparon sueños,
nudos que unieron deseos,
nudos que entrelazaron cuerpos,
nudos que sujetaron anhelos,
nudos fuertes, atados y bien atados
y en un instante ...
cayeron sobre mis pies descalzos.
¡Qué humillante rendición la
desnudez!,
¡qué triste la renuncia ante la nada!,
sólo el frío y el vacío me
acompañaban,
la lluvia limpió mis lágrimas.
Me acostumbré al desencanto,
a mi soledad callada,
a las horas amargas,
a rebuscar dentro del alma,
¡al fin!, escuché una voz nueva
que me nombraba.
Fui construyendo una casa
sin puertas ni ventanas
ventilada
sin llaves que la cerraran
abierta
sin cimientos que pesaran
ligera
siempre lista para se habitada
siempre recién estrenada.
Sobre las cumbres del desarraigo me
tambaleo,
alpinista inexperta,
con un reto en la mirada
y una mochila cargada de NOSTALGIAS.
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