Han pasado dos años desde que
Inés regresó a casa. La vi arrastrando los pies y las ojeras, tirando de una
maleta pesada y gastada. Lo primero, se lanzó de una en su cama y olió la
almohada, un gran suspiro relajó su rostro y una sonrisa iluminó su mirada. Después,
deshizo la maleta y de entre la ropa arrugada asomó una carpeta verde repleta
de fotos, diplomas, título de grado, de master … ¡tanto esfuerzo en un montón
de páginas amontonadas! la colocó orgullosa en la repisa de su escritorio. Muchos
días han pasado y allí permanece acartonada, descolorida y cerrada. Hoy Inés se
pinta los labios ocultando su frustración, la entrevistarán para un contrato de
horas en un supermercado.