“Soy
de la opinión de que estamos en manos del destino. En su trayectoria va dejando
pistas que luego, si eres capaz de
descifrarlas, lo entiendes todo y todo tiene un sentido. ¿Por qué estoy hoy
aquí, viviendo en esta isla del mediterráneo Mallorca?, pues si, ya estaba escrito (desde niña) sin yo saberlo.
Rondaban
los años sesenta y seis, yo muy pequeña jugaba en el “cuartito de retirar” en aquellas interminables
siestas del verano. En la radio sonaba la canción de aquel verano “sería
maravilloso viajar hasta Mallorca, sin necesidad de coger el barco o el avión
sólo caminando en bicicleta o autostop”, me la sabía de memorieta (aún la recuerdo después de tantos años).
Llegaron
los setenta y concretamente los setenta y dos, mi padre decide cambiar de lugar
de residencia, pide un traslado en su
trabajo, concretamente a dos sitios, a Las Palmas y a Palma (iba de islas) y le
dan Palma de Mallorca.
Nos
instalamos en Palma, en verano por las tardes nos gustaba, a toda la familia,
ir a la playa, concretamente Al Arenal y hacer una merienda-cena, cogíamos el
bus y siempre parábamos en el mismo sitio enfrente del hotel Acapulco e instalábamos
nuestro cuartel general siempre en la misma zona de la playa.
Mi
padre era funcionario del Ministerio de Agricultura y controlaba todo el tema
del trigo en las islas. Una tarde paseando con él por el parque del mar
(llamado así ahora) nos enseñó, a mi hermana y a mí, dónde trabajaba. Justo enfrente de la
catedral había una garita con una báscula y nos contó que era el lugar donde
pesaba y controlaba todo el trigo que se producía en la isla.
En
la adolescencia, cómo dice la canción “y en su fiesta me colé”, fui a una
fiesta de amigos de mis amigos, en una casa antigua con una terraza, en el
último piso, que daba la vuelta al edificio, me impactó, ¡que vistas tan
maravillosas a la bahía!, no recuerdo nada de la fiesta pero sí de la terraza y
sus vistas al mar.
Por
circunstancias de la vida, cuando tenía diecisiete años, volví a mi lugar de
nacimiento y tras muchos tumbos y cambios de residencia, la vida me devolvió de
nuevo a Mallorca.
La moraleja de esta historia es. Vivo en Mallorca, trabajo enfrente de la catedral, justo al lado donde estaba la báscula de mi
padre, cuando salgo del trabajo veo aquel edificio antiguo y aquella
maravillosa terraza (ahora cerrada con cristales), disfruto de un apartamento de verano en el
Arenal, que está situado cerca del hotel Acapulco y siempre me instalo en la
misma zona de playa.
Si
o si no soy dueña de mi destino, él me ha guiado hasta dónde estoy, ya estaba
todo escrito.
O
tal vez, sea Mallorca que tiene unos poderes mágicos que te atrapa y no te
suelta”.
Avanza el tren
y con él
la distancia que me aleja del mar
de donde vengo.
Allí vivo ...
hija adoptiva de las mareas,
la fuerza de sus corrientes se hace
brisa
cuando la soledad me asfixia.
Sus olas vacían el hueco de mis
silencios
para llenarlo de melodías
orquestadas por el mar y el viento,
manantial inspirador de sueños.
Avanza el tren
y con él
la distancia que me acerca a los
campos de trigo
hacia donde regreso.
Aquí vivencio, sólo siento ...
soy fruta de LA TIERRA que contemplo,
su semilla germinó, creció y maduró
dentro de mi cuerpo.
En su mirada mis ojos se abrieron
al amanecer del tiempo en movimiento,
más allá de los brazos maternos.
Fue materia prima de mis juegos,
con el agua y el barro moldeaba
los días entre mis dedos.
Me mostró las tonalidades de la vida,
su extensa llanura se vestía
a lo largo de los días,
de verde y amarillo
pasando por el blanco y el rojizo.
Despertó mis sueños de libertad
al desvelarme que la senda
continuaba más allá de los campos de amapolas.
Avanza el tren,
voy y vengo
en el interior de este ciclo
permanezco.
Entre el azul y el amarillo
se dibuja la línea del horizonte
de mis días inciertos.