Una mirada suya y mi espacio se tiñó de azul brillante,
fluí en su mirar.
Una brisa suya ventiló el aire cargado de mis pulmones,
derroché oxigeno.
Al son de sus olas encaminé mis pasos,
anduve de puntillas sin rozar el suelo.
Un susurro hecho poesía palpitó en mi corazón,
ya era ella, ya no era yo.
Entregada a sus brazos me lanzó a su etéreo infinito,
por un instante vislumbré la redondez del planeta.
Asistí al amanecer de los tiempos,
más allá de lo terrenal y del hoy.
Entre la delgada línea donde se junta el mar y el cielo,
suspendida y minúscula le prometí mi amor eterno.
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