Soy un tipo más bien solitario,
tengo 31 años, nunca he tenido novia, mis amigos siempre me dicen que en Internet encontraré la chica de mis
sueños. La verdad, no me lo creo
mucho, pero hace ya unas semanas que lo
estoy intentando y no hay manera de quedar con ninguna de ellas. Mantengo
relación con algunas, aunque a la hora
de quedar ninguna se anima.
Pero este último mes estoy en conversación con Ana, parece que
somos muy afines, nos gustan las mismas cosas y los dos somos de pocos amigos.
Me decidí a concertar una cita y aceptó. Quedamos para vernos ayer sábado, le
propuse cenar en una Pizzería cerca de mi casa se llama Palermo, nunca he ido
pero tiene buena pinta. Nos encontramos en un punto intermedio en la Plaza de
España.
Ya la conocía por foto pero cuando me acerqué a
ella para darle un beso me pareció más bonita todavía. No muy alta, delgada,
pelo lacio castaño recogido en una cola,
con una sonrisa de niña y ojos pequeñitos negros pero muy expresivos.
Anduvimos más bien callados hacia
la pizzería, antes de entrar observé que apenas había nadie, pero no le di
importancia. Un camarero gordito nos acompañó a la mesa, nos sentamos y pedimos
dos copas de vino rosado y dos pizzas”
cuatro estaciones”.
Pensé, coincidimos en los gustos, ¡esto pinta
bien!.
Nos dimos cuenta que el
mantel a cuadros que cubría la mesa
tenía manchas y Ana tuvo que decirle al camarero que le cambiara la copa ya que
había rastros de unos labios.
-
¿Te has fijado en las paredes? Están llenas de
mugre – dijo Ana
Menos mal que no se lo dije, pero
detrás de ella en la pared bajaba una cucaracha y se escondía entre la ventana.
Hicimos de “tripas corazón” y nos
comimos la pizza. No alargamos mucho la velada, pues
el sitio no es que propiciara una cena romántica.
-
Ana lo siento creía que esta Pizzería iba a
estar bien, no la conocía, pero ahora ya sé que nunca volveré.
-
No te preocupes la pizza no estaba mal.
Le propuse ir a mi casa, pues
estaba cerca, a tomar una copa.
-
¿Qué te apetece beber Ana?
-
Un ging tónic.
También le
gusta el ging tonic cómo a mí, pensé
vamos bien. Puse una música
tranquila y nos acomodamos en el sillón. Estuvimos hablando animadamente, cada vez nos íbamos acercando más el uno al otro, hasta que inevitablemente la
besé. Ese beso siguió con otro mucho más apasionado y sin pensar ya estábamos
acariciándonos con pasión. Le fui desabrochado la blusa, aquello se ponía bien,
cada vez el deseo se hizo más y más evidente. Entonces me quite los zapatos
para bajarme el pantalón.
-
¡Dios tengo el calcetín roto!
Me quedé mirando en uno de mis
calcetines, tenía una patata, ¡qué horror qué verguenza!. Lo que me faltaba después del fracaso de la
pizzería ahora esto. ¡Qué acumulación de despropósitos!
A Ana le dio un ataque de risa,
sobre todo al verme la cara de desesperación.
-
Tranquilo, no te apures, si lo hubieras hecho
adrede no te habría salido tan bien. ¡Es
un buen primcipio!.
Y nos pusimos a reír los dos sin
parar.
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